¡De música frágilmente esculpida!

Rafa Guillot
 

De música frágilmente esculpida podemos considerar cada una de las dieciséis nuevas composiciones que definen el nuevo trabajo de Ricardo Andrés Tomás, uno de los máximos exponentes musicales vernáculos de L’Eliana en la actualidad.

 

Hemos recurrido a la escultura para denotar algo duradero, algo que se perpetuará en el tiempo, para goce y deleite de los buenos amantes de la Música, término escrito en letras mayúsculas. “Instante frágil”, que así ha sido denominado el nuevo CD de Ricardo, de manera curiosa, está en frontal oposición a los venturosos pronósticos que sobre el trabajo han realizado prestigiosos críticos musicales. “Instante frágil / Tiempo resistente”, porque el “instante” puntual se transformará en tiempo y sobrevivirá; a la vez que la supuesta “fragilidad” resistirá el paso de ese mismo tiempo.

Con verdadera expectación se esperaba la nueva aportación de uno de los principales baluartes musicales locales y, a fe que el resultado ha satisfecho a todos los incondicionales, muchos de los cuales, precisamente, abarrotaban el Auditórium de la cercana población de Rafelbuñol, en este último Diciembre, cuando el disco fue presentado en sociedad. Los continuos aplausos y la ovación final no fueron más que el reflejo de un público entregado a una manera de entender la música, y la vida misma, de un modo diferente.

El maestro ha dejado patente la continua evolución de su “Flowpiano”, término acuñado en complicidad con el idioma anglosajón, del que toma el “flow” como algo que no deja de fluir, de brotar. En realidad, la música de Ricardo se fundamenta en unas claves perfectamente definidas sobre las cuales gira toda su obra. Las cosas “frágiles”, sencillas, humildes, despojadas de banales subterfugios tienen, sin embargo, claras repercusiones en aspectos tan importantes como la Naturaleza, la comunicación entre las personas, el amor entre ellas… ¡ese mismo Amor que vertebra y une a la colectividad!

Es una música muy minimalista, pero ¡ojo!, a la vez, muy culta. Pudiera considerarse como cercana a la “New Age”. Podemos apreciar algunas reminiscencias de músicos considerados clásicos, entre los que, quizás, podríamos mencionar a Claude Debusy o el Eric Satie más privado. Pero también pueden considerarse algunas similitudes con autores contemporáneos como Philip Glass, o cierto modo de tocar el piano a como lo hace, en ocasiones, la virtuosa Yuja Wang. Aunque el compositor más parecido a nuestro Ricardo Andrés, todo ello a juicio personal de este cronista, es Marc Enfroy. La diferencia principal, siempre desde una valoración “no profesional” del tema, es que el autor que hoy enjuiciamos incorpora, de manera mucho más marcada que en aquéllos, su carácter intimista a la hora de tocar el piano. La forma en que desliza, tan suavemente, las yemas de sus dedos sobre el teclado, con tan poca presión, a veces, es una prolongación de su “fragilidad”.

Para incrementar toda su filosofía de vida, Ricardo se fija en todos los mínimos detalles, que nos pueden pasar desapercibidos a muchos. Viéndolo actuar te das cuenta. Es toda una estética. Siempre utiliza, en su vestimenta, el color negro, de tal manera que desde los asientos, el piano y él se funden en una misma cosa. No quiere sobresalir por encima de su inseparable y fiel amigo. Hasta esos extremos llega su humildad, su “fragilidad”, término redundante, a la fuerza, en este artículo.

No cuesta nada penetrar a ese sugestivo mundo de sensaciones al que reclama acceso un compositor tan sumamente sensible desde el primer momento. La música queda únicamente regida por el genio creativo de un pianista, y músico, de primera magnitud. En una era tan acusadamente digital no existen “traductores de Google” capaces de realizar su trabajo sobre las melodías que compone e interpreta Ricardo. Él habla en clave y su lenguaje de comunicación es la propia música. Ésta se esclaviza a su mente y, casi, vuela simultáneamente con ella en cada nota, en cada pentagrama. Fiel reflejo de lo apuntado es un dato muy revelador. En el CD hay ocho piezas denominadas “Improvisación Nº..”, variando únicamente el ordinal para distinguir cada una de ellas. Composiciones interpretadas “a la primera”, sin empalmes de estudio, sin trampa ni cartón, poniendo toda la carne en el asador y sin dejar ninguna reserva en el tintero. Pero, es que es más. En cada actuación en directo, el músico se reserva el derecho de realizar, como así hace, sucesivas improvisaciones sobre las propias improvisaciones, ofreciendo resultados verdaderamente fascinantes, cuajados no sólo de virtuosismo musical, sino de bellas sintonías que se nos meten en nuestras almas.

Difícil elección de una entre tan selecto y compacto conjunto. Cada cual tendrá sus favoritas. El que les habla, por mencionar alguna, se queda con la que abre el disco, la “Improvisación 06”, la que sigue a ésta, “Soltar” y “El Vals de las Hojas”, tema éste último en el que al oyente casi le parece estar tocándolas, mecidas por el viento de otoño. Pero será injusta selección, por dejarnos otras también preciosas, como “Juego de Olas”, en las que Ricardo toca el piano de un modo tan virtuoso y especial que uno parece sentir el ajetreado remolino de éstas y el jugueteo del agua.

Instante frágil” no es continuismo sino una transformación necesaria de “Elogio a lo simple”, título de su primer disco. Cada pieza parece estar milimétricamente adaptada a su duración, ni un segundo menos ni un segundo más. La primera de ellas, “Improvisación nº 6”, es la puerta de acceso, para el oyente, a otros mundos no materiales. Esos son los mundos de Ricardo, la humildad, la amistad, el amor, la Naturaleza. De ésta última continúa tomando numerosos patrones de muestra, como deja patente en la mentada composición “El Vals de las Hojas”.

Como anécdota podemos relatar el hecho de que esta última primavera otro “monstruo” musical, de desgraciada actualidad por su prematura e injusta desaparición, el admirado “Mestre Juli Hurtado”, el más famoso Director del Cor de L’Eliana, nos solicitaba el anterior CD de Ricardo. Algo vería en éste. Vaya desde aquí nuestro más sentido homenaje al irrepetible Juli. A buen seguro que, desde donde se encuentre, estará muy satisfecho con la nueva dirección de Ángeles Gandía y sus “muchachos”.

Tras la pausada, sosegada, audición de “Instante Frágil” a uno se le queda una profunda sensación de paz interior y de bienestar. Ricardo hace que fluyan, espontáneamente, los mejores sentimientos que todos llevamos dentro. Tiene un don especial, un enorme talento musical que el resto de personas no poseemos, el cual, en el arte de la música, le hace elevarse por encima de los demás. Ese mismo don es el que le permite comunicarse con esas pequeñas, pero vitales, cosas de la vida que configuran a ésta, al final, como un todo. Y esa comunicación, tan sensible y peculiar, se produce a través de la Música, utilizando un lenguaje especial que nosotros no entendemos, pero apreciamos profundamente.
 
Hay otras maneras diferentes de elevar el espíritu a como, con su música, logra Ricardo. La palabra, la relajación del cuerpo, el masaje, el yoga, etc. Pero él consigue, a través de su interpretación, elevarnos a un cielo espiritual al que se accede a través de escaleras, con flores construidas, en las que sus escalones -las diferentes piezas musicales- son los pétalos de las mismas.

La proyección del autor está siendo imparable, como delatan algunos termómetros puntuales como el hecho de haber registrado en su Facebook y en su propia Web, (http://flowpiano.es/), más de diez mil visitas en tiempo record o el hecho de tener contratados conciertos para capitales importantes como Málaga o Gijón, habiendo actuado ya en Barcelona. Desde esta humilde Redacción seguimos dejando patente nuestro más firme apoyo a uno de los mejores compositores, e intérpretes musicales, nacidos en L’Eliana, durante muchas décadas, sin desmerecer a los demás. Por más que él mismo “enmascare” su música dentro de la fragilidad, de lo sencillo, él siempre será el músico del espíritu, de la evocación, del “sentimiento”.

De música frágilmente esculpida, columna de Rafa Guillot

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