Se han celebrado las elecciones europeas y todo el mundo ha ganado. Los unos porque han obtenido el mayor número de escaños, los otros no han perdido tanto como se esperaba y el resto –los grupos minoritarios- está satisfecho porque incluso con el bipartidismo de rigor han podido mantener su representatividad. No obstante, haría falta que los políticos supieran leer lo que el 55% de los ciudadanos que no han votado han querido expresar con este gesto.
Desde hace años se ve normal que la gente no vaya a votar cuando se trata de Europa. Piensan que Bruselas es una ciudad muy lejana, que aquello que se debate no les afecta y, por lo tanto, no les interesa. Es una visión muy utilitarista pero, cuando menos, comprensible. Tanto como votar en clave estatal con un contenido económico –las cuestiones del bolsillo son las que más alientan los electores- sin mirar hacia dónde va Europa. Hace años Europa era una entelequia muy extraña pero hoy en día es como un gran mercado para muchos millones de personas y de consumidores.
La culpa que la gente no se interese más por Europa se debe a varias razones. De un lado, las personas no son conscientes de que allí decenas de diputados deciden desde qué tipo de combustible deben usar sus vehículos, el tratamiento de los residuos, los usos de la pòlvora valenciana, el precio de los productos de la huerta para un mercado cada vuelta más global o la cantidad lechal y de rebaño que se debe producir cada año.
Por otra lado, hace falta incidir que los políticos también se han ganado a la fuerza una imagen muy deteriorada sobre su trabajo en Bruselas. Ganan mucho dinero –alrededor de 7.000 euros mensuales-, trabajan tres días a la semana, tienen muchas prebendas por su status y lo que hacen no tiene alcance ni repercursión entre la gente de a pie.
Dicho esto, hace falta añadir otro componente. No se ha hablado nada de las grandes cuestiones europeas, una mayor democratización de las instituciones públicas o las grandes propuestas ante la crisis social y económica que sufrimos. Solos se han dedicado a hablar de la situación política que afecta a todo el Estado –el paro, los casos de corrupción- y han orillado lo crucial de las elecciones: Europa.
En clave valenciana, hace falta resaltar algunas cosas. La derecha siempre se moviliza, para ellos votar es una obligación y no un derecho cívico. La izquierda es más crítica, apática con ciertas cuestiones y tiende a la depresión. Pero quizás han hecho un error. Han pensado que los vestidos de Camps eran esenciales por recortar distancias a las elecciones y se han equivocado. Muchas veces lo que hace es movilizar al contrario. Me acuerdo que un alcalde en activo, del Partido Popular, me dijo una vez: “Cuanta más caña me den los diarios, más me votará la gente”. Desde hace años revalida elección trás elección su mandato. Ahora parece que quiere retirarse… yo no me lo creo. Eso mismo me lo dijo a mí hace 7 años y todavía gobierna. Cosas de los políticos.
Miquel Ruiz, periodista de la Pobla de Vallbona.