Nico Marco, concejal de Deporte y Salud del Ayuntamiento de Llíria
De tod@s es conocido que la actual Unión Europea es fruto de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero que hace ahora 74 años impulsó el ministro francés Robert Schuman con la declaración que lleva su nombre. En aquel entonces, recién acabada la Segunda Guerra Mundial, tenían muy claro que no podían cometer el error de volver a las andadas y había que hacer lo que fuera para conseguir una Europa en paz. Gracias a esa iniciativa y su posterior desarrollo, Europa ha disfrutado de un periodo de paz inusitado en su historia. Eso sí, con las desgraciadas excepciones de la antigua Yugoslavia hace tres décadas y Ucrania en la actualidad.
El mundo ha cambiado muchísimo en tan solo tres cuartos de siglo. (Estoy convencido de que dentro de muy poco tiempo, los historiadores hablarán de que estamos ya en otra era en la historia de la humanidad). Sin embargo, tristemente, hay algo que no ha cambiado para nada: la necesidad de paz. Seguimos teniendo muchas guerras en marcha en todo el mundo a día de hoy (ver mi artículo “Guerras”, publicado aquí mismo el 26-2-24). Europa puede y debe jugar un papel clave para conseguir acabar con ellas. Esto no solo lo digo yo aquí y ahora, también lo dice la mismísima Declaración Schuman: “la contribución que una Europa organizada y viva puede aportar a la civilización es indispensable para el mantenimiento de unas relaciones pacíficas”.
Si hace 74 años Schuman podía afirmar esto, más aún podemos hacerlo hoy, con una Europa reconstruida y próspera que puede y debe liderar un proceso mundial hacia un desarrollo sostenible basado ante todo en el respeto a los derechos humanos y al medio ambiente. Y los derechos humanos, naturalmente, llevan implícitos el derecho a la paz (artículos 3, 28 y 30).
Por supuesto, para que esto ocurra deben darse las condiciones que ya mencionaba Schuman en su declaración: Europa debe estar bien organizada y viva. Eso es justamente lo que nos jugamos en estas elecciones europeas, que Europa esté más viva y mejor organizada o que retroceda incluso hasta arriesgarse a involucionar o acercarse a la desaparición. Eso es lo que desearían algunas potencias externas que muy probablemente están detrás del auge de la ultraderecha en los últimos lustros. Ultraderecha que quiere deshacer Europa desde dentro…
Por eso no podemos flaquear. Hemos de dejarnos la piel en esta campaña para que la gente sea consciente de lo que hay en juego y acuda a votar. Votar a la izquierda. (El voto más útil, desde luego, el del PSOE). Si la derecha europea consigue una mayoría absoluta apoyándose en la ultraderecha, lo aprovechará y tirará hacia adelante. (No lo digo yo, lo han dicho muchos de sus líderes empezando por la mismísima Úrsula Von der Leyen y siguiendo por Feijóo y muchos otros).
Lo que harían a nivel de política internacional creo que nos lo ha dejado muy claro Abascal con su foto de la vergüenza. ¡Qué pena y qué bochorno ver la foto de un diputado español yendo a rendir pleitesía al genocida Netanyahu al día siguiente de haber abrasado vivas a docenas de criaturas en un campo de refugiados y llevando ya otros casi cuarenta mil muertos a la espalda!
Pero no solo hablamos de política internacional, también nos jugamos muchas cosas a nivel europeo. Cabría entrar en muchos detalles, pero se haría esto demasiado extenso, así que resumo: nos jugamos volver a la austeridad extrema que en la pasada década tanto hizo sufrir a tanta gente (y engordar a tantos bancos que nunca han devuelto ni un euro de sus rescates y exprimen cada vez más a sus clientes) o seguir con políticas más o menos socialdemócratas (ERTEs, prestaciones para autónomos, fondos europeos, agenda verde, igualdad, etc.) con las que se pudo capear la pandemia salvaguardando los derechos de millones de personas humildes en toda Europa. En esas políticas, el papel que jugó el gobierno de izquierdas de España fue fundamental, dicho sea de paso. Como en conseguir rebajar la inflación con la llamada “excepción ibérica” del recibo de la luz. Es decir, que no solo nos jugamos cosas tan abstractas y aparentemente lejanas como la paz mundial y el medio ambiente; también cosas que afectan a nuestra vida cotidiana y que se deciden en las instituciones europeas emanadas de las elecciones que, como la de ahora, se celebran cada cinco años.
Queda, pues, claro que en estas elecciones europeas se decide nuestro futuro, el futuro de Europa e incluso también el del mundo, al menos en parte. Una Europa unida y fuerte es cada día más importante. Necesitamos más y más Europa. No nos podemos escaquear, hemos de mojarnos, todos los votos son importantes. Y todas las acciones individuales que ayuden a destapar las manipulaciones de algunos pseudomedios y de las redes sociales. Fijémonos en lo que ocurrió con el Brexit. Solo unos años después ya sabemos que ocurrió exactamente eso, las falacias y patrañas lograron que triunfara el sí en aquel referéndum y hoy en día el Reino Unido está deportando a inmigrantes en clara contradicción con los Derechos Humanos (artículos 5, 9, 14 y 30 como mínimo). La Unión Europea no habría permitido eso. Al menos la actual Unión Europea. Eso también está en juego: que Europa siga siendo el territorio del mundo donde más y mejor se defienden los derechos humanos. Necesitamos más Europa, necesitamos que las urnas se llenen de votos progresistas que consigan que Europa siga adelante trabajando por un mundo mejor y en paz como el que quería promover Schuman con su declaración. ¡Actuemos en consecuencia!