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Enhorabuena, Rajoy, los somníferos para fieras están funcionando

Articulo de opinión de Andrea López Zanón

Me siento decepcionada y perdida. Cuando escribo artículos pienso en el mensaje que quiero transmitir. Después formulo un esquema a modo de columna vertebral de lo que será mi texto. Y a partir de ahí juego con las palabras hasta encontrar las exactas que ayuden a difundir lo que quiero decir. Un proceso laborioso. En ese sentido, aunque solo sea en ese, soy bastante metódica. Y para una persona como yo es difícil enfrentarse a esto: no sé qué decir, no sé por dónde empezar. No hay esquema, no hay columna vertebral. No hay nada.

La gente se sorprende al ver que me afecta tanto la política. Y eso a mí me sorprende todavía más. No entiendo a los que cambian el ir a votar por una película americana de domingo. De esas de “La niñera perfecta” o “Asesinato en el puerto”. Siento más pena que sorpresa. Porque esas personas creen que no pintan nada para el gobierno. Que hagan lo que hagan todo va a ser igual. Es el ejemplo más claro de que la política actual no funciona.

Me hierve la sangre desde hace mucho. No me gusta hablar de mi formación (hay gente que cree que es prepotente), pero me arriesgaré. Tengo 24 años, terminé bachiller con una media de 8,5, saqué un 11,8 sobre 14 en selectividad, y me sobró un punto y medio para estudiar periodismo. Ahora soy periodista y voy a estudiar un máster de márketing político. Porque algo hay que hacer. Y trabajar no es una opción. Mis padres, jubilados por minusvalía y con una paga conjunta de 1.000 € al mes, se han gastado 9,400 en las matrículas de cuatro años de carrera y uno de máster. Si a esto se suman los gastos en material universitario y los de vivir en un piso en Valencia mi formación ha costado cerca de 17.000 euros.

Cuento esto porque nunca me había sentido tan víctima del sistema educativo y político español. ¿Por qué? Porque me tragué el discurso de que la formación es necesaria para trabajar. Porque me permití sentir esperanza por mi país. Porque le regalé a la universidad  y a un modo de enseñar altamente improductivo los mejores años de mi vida. Y todo para nada. Duele ver a gente talentosa, inteligente, con mucho valor, y muchos valores, que se está comiendo la mierda -sin perdón de la palabra- a cucharadas soperas. La situación es insostenible, porque yo (y casi la mitad de jóvenes menores de 25 años), le he dado al estado mucho dinero a cambio de un titulito inservible.

Cuando reconoces que en tu país no hay sitio para ti, cuando has visto en la calle a tantos amigos que han trabajado media vida para un capullo, te das cuenta de que necesitamos un gobierno social, no uno lleno de intocables. Después de las desastrosas elecciones me sorprendo a mí misma porque ya no siento rabia por los políticos. Por quien siento una gran decepción es por el pueblo español, unas palabras -las de pueblo español- que me cuesta pronunciar con dignidad.

¿Cómo alguien puede votar a un partido que recorta en educación, sanidad, en la lucha contra el machismo o en las prestaciones sociales? No lo entiendo. Y mucho menos si tengo en cuenta que los recortes se aplicaron para reducir costes. ¿Cómo puede un partido hablar de ahorro cuando estamos atestados de corrupción? España ha sufrido un saqueo de más de 7.500 millones de euros. Ese dinero es nuestro. Y, joder, ¿qué no se puede hacer con tal cantidad?

Sé lo que algunos pensaréis. Pero no nos confundamos. A pesar de que el Partido Popular es el más salpicado de corrupción, no es el único. Casi todos han contribuido a este fenómeno. Lo que ocurre es que el que mira para otra parte es igual de culpable que el que lo hace. Y en cuatro años el PP ha podido sacar muchas leyes y terminar con los favoritismos para asegurar que ese dinero fuera devuelto. La conclusión que extraigo hace que me duela la tripa: el que obvia la corrupción es el que no la castiga, el que no la castiga es que no la toma como negativa, el que no percibe la corrupción como ilegal es el que sería capaz de caer en ella.

Por todo esto me siento decepcionada. Y no por los votantes que siempre han apoyado al PP. Estamos en un sistema democrático, y sobre todo libre. Pero sí me siento decepcionada con aquéllos que han respaldado a Rajoy por miedo. Os confesaré algo. Cuando me enfrento a la vida siempre me repito: Andrea, ¿qué decisión tomarías si no tuvieras miedo, si no te atormentaran los “y si…”? Veo que sería capaz de luchar en cualquier batalla y que no existirían murallas para mí. En definitiva, el miedo es como un enorme orfidal. Un somnífero para fieras que las adormece e impide que actúen cuando y como tienen que actuar.

Desde aquí doy las gracias a todas las personas anuladas por la cobardía que no se han puesto en la piel de nadie más que en la suya propia. Gracias a los votantes indecisos que han mordido el anzuelo del PP y han creído en el discurso del miedo, en el que difundió que la corrupción ya no nos afecta, en el que promovió una falsa libertad que no es sino la primera capa de una estructura corrupta e intoxicada.
Gracias a los que han permitido que Rajoy siga vendiendo a su suerte a las familias pobres y a los sin techo; a las personas discapacitadas que dependen de ayudas que no llegan; a todas las mujeres maltratadas que ven mermado el apoyo económico gubernamental destinado a erradicar el machismo. Gracias a los cobardes que han olvidado a los estudiantes que no pueden estudiar; a todos los jóvenes que como yo solo pueden acceder a trabajos precarios y temporales y asfixian a sus padres porque el estado los asfixia a ellos. Doy las gracias a todos los cobardes que han frenado el cambio, que prefieren aquello de “más vale malo conocido que bueno por conocer”, en lugar de aquello otro de “más vale arrepentirse de lo que has hecho que de lo que no”. Doy las gracias a los cobardes que aguantan los excesos del PP-ucherazo para que sigan riéndose de nosotros con los pulmones bien llenos de orgullo, y los bolsillos llenos de nuestro dinero. De verdad, gracias. ¡Ah! Y Rajoy, enhorabuena: los somníferos para fieras están funcionando.

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