Un bulto no significa nada cuando se forma sobre las sábanas arrugadas de una cama mal hecha. Un bulto no significa nada cuando pasas con el coche por encima de él en una carretera vieja. Un bulto no significa nada y lo significa todo. Lo significa todo si te aparece en el cuerpo y amenaza con mermar tu vida.
Susana, vecina de Pedralba, tiene 53 años y lleva uno y medio luchando contra el cáncer. Primero en el colon con metástasis en el hígado. Y ahora en el pulmón. Ha superado dos operaciones de seis horas cada una, intercaladas con ciclos de quimioterapia. Toda una mujer luchadora y fuerte. Toda una superviviente. Pero hasta las personas más valientes necesitan una oportunidad para jugar sus cartas. Y a Susana… a Susana no solo se la han negado, sino que le han quitado ya el tablero de juego.
Es duro ver cómo la quimio no funciona. Aunque más duro es ver que tu única esperanza se te niega frívolamente. Cuando Susana, su marido y su hija acudieron al Hospital La Fe no esperaban buenas noticias. Pero ese día llegaron. De pronto encontraron un flotador anaranjado y grueso en mitad de un océano embravecido. De pronto sintieron la fuerza de un titán envolviendo sus entrañas. No era, ni sería nunca, el momento de tirar la toalla.
El magnífico equipo médico que lleva su caso había decidido aplicarle un nuevo tratamiento: Regorafenib, unas pastillas que ralentizan la evolución del cáncer metastásico de colon. Pero no sería sencillo conseguirlas, pues solo pueden adquirirse en hospitales bajo control sanitario. Como siempre la burocracia complicó las cosas. Y es que además el tratamiento debía ser aprobado por la Conselleria de Sanitat, una decisión que no llegó hasta un mes después.
Cuando Susana se sentó delante del médico y aquél se disculpó, supo que el Govern no había dado el visto bueno. Los oncólogos especializados que estudiaron el caso y recomendaron las pastillas no podían entenderlo. Contradecir de ese modo a un grupo de profesionales que conocen tu historial y han trabajado duro por ti es desconcertante. Aunque más desconcertante es descubrir que la decisión que se toma en un despacho alejado del olor a agua oxigenada de un hospital, la decisión de alguien que no conoce tu caso y que no sabe ni de qué color son los ojos es más importante que la de los que han dedicado toda su vida a la cura del cáncer.
En la frialdad de una oficina de l’Ajuntament las prioridades cambian. ¿De verdad Susana no reúne los criterios –como sí cree el equipo médico- para recibir el tratamiento? Es difícil que alguien dude de la decisión de un grupo de expertos de tal calibre. ¿Será que es mejor no gastar los 3.100 euros mensuales que cuesta el Regorafenib, unas pastillas que Susana tomaría de por vida?
Sea como sea no podemos permitir que la decisión sobre tratar de salvar una vida se tome en un despacho con aire acondicionado y suelo enmoquetado. Hay que acabar con la burocracia que se lleva el tiempo. Hay que exigir que la voluntad de un concejal no esté por encima de los que están realmente preparados. Hay que luchar para que Susana, y todos los que están en esa situación, reciban el tratamiento adecuado. Porque son sus vidas las que están en juego. #QuimioparaSusana