La palabra becario debería de escribirse con ‘v’. Con ‘v’ de ‘ven-que-te-de-bien-por-detrás’. Con ‘v’ de ‘vamos-a-darte-lo-que-nadie-quiere-hacer’. Con ‘v’ de ‘¿verdad-que-mi-plantilla-de-22-becarios-solo-me-cuesta-500-euros-al-mes?’. La palabra becario no debería de estar en nuestro vocabulario. Simplemente porque la tarea a la que se refiere tendría que estar penada por la ley al mismo nivel que lo está cualquier tipo de explotación laboral. Lamentablemente esto no ocurre. Así que queridos becarios preparad un buen tarro de vaselina para vuestras partes íntimas. Porque la vais a necesitar.
La situación es alarmante. Alarmante porque se percibe de manera tan normal y tan necesaria que bien podría compararse con el Gran Hermano de George Orwell. El asunto se agrava en el sector de la comunicación, ya sean periódicos, radios o qué se yo. Cuando llegas a una redacción por primera vez te das cuenta de que estudiar periodismo solo te ha servido para ser el bufón de la corte de la plantilla y del director. Te “regalan” aquellos trabajos que nadie ha querido hacer y te privan de la posibilidad de demostrar tus conocimientos. Te mandan de un sitio para otro teniendo que pagar tú el transporte. Te ponen un horario de media jornada y, cuando terminas, te das cuenta de que rindiendo lo mismo que el tipo que tienes tres mesas más a la derecha tú no has visto, ni verás, ni un euro.
Lo mejor de todo es que ha sido tu propia Universidad la que se ha encargado de encontrarte ese puesto de ‘trabajo-explotación’. ¿Os dais cuenta de hasta dónde llega la hipocresía educacional y empresarial? En primer lugar aguantamos unas tasas de matriculación desorbitadas. En segundo lugar pagamos una asignatura de unos trescientos euros dedicada exclusivamente a cursar lo que se conoce como prácticas externas , basadas en convenios que la Universidad establece con las empresas para que sus estudiantes puedan ser ‘trabajadores gratuitos’ en sus medios de comunicación. Y para acabar nos subimos los pantalones, nos sacudimos un poco las nalgas y nos damos la vuelta con una sonrisa de agradecimiento.
¿Y todo para qué? A pesar de lo que todos creen, y de lo que nos inculcan, ni el mercado valora las prácticas que has hecho (porque el mercado sabe lo precarias que son), ni generas oportunidades de contratación con la empresa, ni adquieres una verdadera experiencia, ni haces algo más que no sea vender tu fuerza de trabajo a cambio de humo.
Estoy cansada. Cansada de este sistema tan injusto que institucionaliza la prostitución laboral. Cansada de la hipocresía de las Universidades que se llenan la boca dignificando el periodismo y de hacer valer a los futuros trabajadores cuando los está vendiendo al mejor postor. Cansada de los periodistas de renombre y de los grandes medios de comunicación que se lamentan de lo mal que está la profesión cuando son ellos los que, desde dentro, la están destruyendo. Estoy cansada de que nadie con el poder suficiente, y con algo más que no sea egolatría y ambición, se digne a apartar la mirada de sus cuentas bancarias para darle a sus trabajadores, sean becarios, estudiantes o veteranos aquello que se merecen.
Ya está bien, ¿no?