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El capital humano en el centro de nuestra sociedad

Robert Raga, alcalde de Riba-roja y presidente del CVI

Hace escasos dos meses escribía en estas mismas páginas sobre la necesidad de una reformulación del concepto de gestión de los residuos sólidos urbanos en la Comunitat. Incidía sobre todo en el impacto enorme que la acción u omisión del hombre ha supuesto en la configuración de nuestro entorno, en especial a raíz de los últimos hallazgos en el Ártico gracias a los estudios de un grupo de científicos. Sin embargo, un virus convertido a categoría de pandemia ha modificado por completo cualquiera de los preceptos que pudiésemos tener en muchos de nuestros ámbitos cotidianos. Y, por primera vez en muchos años, ha afectado a todo el mundo, sin excepción. Todas las administraciones, en cualquiera de los niveles, han tenido que adaptarse en horas a una nueva realidad porque, más allá del Estado de Alarma, la vida continúa y, por tanto, los ciudadanos deben tener cubiertas una serie de necesidades que no pueden esperar. Se ha tenido que improvisar a marchas forzadas una estructura paralela a la ordinaria desde las viviendas de cada uno de los funcionarios que desempeñan su trabajo en la administración. En escasas horas hemos plasmado el trabajo que, en condiciones normales, nos habría costado años llevar a cabo. Y se ha demostrado que con esfuerzo y empeño se puede conseguir cualquier meta. No solo se trata de aumentar las partidas económicas –muy importantes, también- sino de diseñar un plan y ejecutarlo en términos de eficacia, pero sobre todo de eficiencia. Hemos realizado un recorrido que ya no tiene marcha atrás. Ya nada será igual que antes. Nos servirá de lección para arrogarnos de aquellas estructuras puestas en marcha ahora y que nos pueden acompañar en el nuevo camino.

Estas semanas de confinamiento nos han demostrado que la condición humana está por encima de cualquier otro de los factores económicos que con tanta abundancia –en ocasiones convertida al límite de la ligereza- estamos acostumbrados a emplear en nuestro día a día. Personalmente, he sido víctima también de la pandemia de la que me recupero satisfactoriamente sin dejar de atender a las obligaciones inherentes que tengo en virtud del puesto de alta responsabilidad que desempeño como alcalde del pueblo en el que he nacido. Desde la habitación de un hospital, que abandoné tras una semana en la que uno valora especialmente el trato excepcional de nuestros profesionales sanitarios, he tenido tiempo suficiente de reflexionar sobre la importancia del capital humano por encima de cualquier otro factor. A su lado, el criterio de rentabilidad, eficiencia o beneficio se convierten en una absoluta nimiedad. En algo que no merece la pena ni discutir. No lo valoramos en su justa medida hasta que lo comprobamos en primera persona. Nuestra sanidad –con la labor enorme de nuestra consellera Ana Barceló al frente- y nuestro personal sanitario, más allá de desencuentros ideológicos en la gestión, está a la altura de cualquier potencia mundial y el abrigo social que nos protege –cimentado en las políticas del Botànic y de su vicepresidenta Mónica Oltra- es un espejo más allá de nuestras fronteras. Su función es igualar a todas las personas.

Sin embargo, todo ello no sería posible sin el esfuerzo de todos los ciudadanos que contribuyen a su financiación. Durante los últimos años se han completado en nuestra Comunitat proyectos e inversiones como el Fondo de Cooperación Municipal impulsado por Ximo Puig que han dado su fruto ahora que las hemos necesitado. Hemos recurrido a ellas en el momento oportuno y la respuesta ha sido evidente. No solo hemos dispuesto de partidas presupuestarias sino también de una estructura técnica y humana capaz de ejecutarla correctamente. La capacidad de decisión para atender la avalancha de necesidades ha sido imparable. Una improvisación muy bien planificada y argumentada.Y en este proceso han participado todos, desde los mandos ejecutivos hasta los administrativos. Porque al final se trata de sacar entre todos una respuesta adecuada y tácita a un problema global. El verdadero reto que tenemos por delante desde ahora consiste en afrontar, precisamente, el nuevo sistema de fuerzas que se nos ha planteado en este nuevo escenario y saber responder con una solución global. Los egoísmos están fuera de lugar.

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