Nico Marco, regidor d’Esport i Salut Ajuntament de Llíria
Aclaro desde el principio, por si alguien lo duda, que la gente del PSOE (y yo con ellos), como la gente de todo signo político que tenga un mínimo de corazón y de cabeza, condena tajantemente los execrables actos terroristas cometidos por Hamás hace dos meses. Esos y todos los actos terroristas. El terrorismo nunca tiene razón de ser y nunca debería existir. El fin no justifica los medios y nunca, por deseable que pudiera ser cualquier fin, se debería recurrir a la violencia para lograrlo. También es terrorismo el secuestro de rehenes. Los que queden todavía retenidos deberían ser liberados inmediatamente.
Una vez explicitado esto, hay que aclarar otra cosa, porque parece que hay todavía gente que no lo entiende: un estado democrático se caracteriza por el respeto a unas leyes. También a las leyes internacionales que suscribe. Y, aunque no las hubiese suscrito (que no es así en el caso de Israel), también están los derechos humanos. Si un estado que se dice democrático ejerce su derecho a la defensa de una manera claramente desproporcionada, lo que hace es incumplir las leyes del derecho internacional humanitario y los derechos humanos. En una palabra: vengarse. Y con eso se rebaja al nivel de la organización terrorista que le ha atacado antes. Eso, por desgracia, es lo que está haciendo el gobierno ultraderechista de Israel…
Se mire como se mire, por muchas vueltas que le quieran dar las interpretaciones interesadas, bombardear indiscriminadamente a la población civil más densa del mundo y con casi la mitad de dicha población formada por niños, es absolutamente desproporcionado. Está claro que lo que hizo Hamás el 7 de octubre fue una salvajada, pero eso no justifica cometer otra para “defenderse”. ¡Ya van más de 9000 niños muertos en los bombardeos y más adultos civiles aún!
De todo lo que ha hecho Pedro Sánchez en sus cinco años y medio de gobierno, si hay una cosa con la que comulgo al 110% es con la petición que ha hecho al gobierno israelí de respetar el derecho internacional humanitario y cesar los bombardeos en Gaza. Por mucho que se arriesgue a provocar un conflicto diplomático, me daría vergüenza como español que el presidente de mi gobierno hubiese visitado a Netanyahu y no le hubiese dicho nada. No hizo sino denunciar mínimamente lo que cualquier persona de bien ve: no se puede bombardear a niños, ¡no hay nada que lo justifique! ¡Eso lo entiende hasta el narcotraficante amigo del señor Feojóo!
Sin embargo, para el señor Feijóo eso fue una “ocurrencia” y Sánchez un irresponsable por arriesgarse a provocar un conflicto diplomático. ¿En serio? ¿No tiene ojos en la cara? O mejor dicho: ¿no tiene corazón? ¿Ni dos dedos de frente tampoco? Si es capaz de intentar sacar rédito político de eso, además de inhumano, es poco inteligente, porque muchos de los votantes del PP son cristianos sinceros y no pueden ver con buenos ojos un ejercicio de desproporcionada venganza como el que está llevando a cabo el gobierno israelí. ¿También son ocurrencias las peticiones, entre otras muchas, de la ONU, UNICEF o Kamala Harris, vicepresidenta de los Estados Unidos?
Ocurrencias son los chascarrillos afortunados del añorado exconcejal de Ciudadanos en Llíria o los comentarios desafortunados de la derecha y ultraderecha llamando media verdad a una verdad o diciendo que un juicio de valor no lo es. Ocurrencia es justificar el sentido de un voto en el pleno mezclando churras con merinas. Eso son ocurrencias, no lo de Sánchez. Y si lo es, pues yo me apunto a esa“ocurrencia”, porque es intolerable lo que está ocurriendo en Gaza y no podemos, no debemos callar.
Tal vez lo que voy a añadir ahora suene a ocurrencia, pero no lo es, llevo casi 40 años pensando esto y los hechos, por desgracia, me dan la razón, tanto en la historia como en la actualidad:el problema, en el fondo, es que nuestra sociedad, la cultura capitalista occidental que impera en el mundo y en la que se basan las relaciones entre los países, está basada en la violencia. Ahí está la concepción del Estado de Max Weber, que nadie ha desmentido: el ente que tiene el monopolio legítimo de la violencia. Pienso que ha llegado el momento de plantearse eso, de repensar profundamente cuáles son las raíces de nuestra sociedad y de ir cambiando poco a poco lo que haya que cambiar para llegar, tarde o temprano, a una sociedad mucho más justa y pacífica.
Seguro que me tacharán de utópico… Bienvenido sea el piropo. Si no hubiera habido nunca gente utópica, no estaría yo escribiendo esto en un ordenador; acabaría de cazar la cena y me iría a la cueva a cocinarla. Las utopías están ahí para trabajar por ellas y, a la larga, funcionan. A un ejemplo me remito: la Unión Europea. Una “ocurrencia” genial de quienes padecieron la Segunda Guerra Mundial y se dieron cuenta de que había que cambiar Europa drásticamente para que eso no volviera a suceder. Y lo consiguieron. Trabajemos pues, aunque nos tachen de ocurrentes.