Bolas

Nico Marco

Nico Marco, concejal de Deporte y Salud del Ayuntamiento de Llíria

Hablaré de bolas por no decir abiertamente mentiras, que es una palabra más fuerte, y por recurrir a la fácil metáfora de lo que hacen las bolas: rodar y rodar, como en el famoso bolero. Podemos llamar bolas a las mentiras que algunos políticos (en todos los partidos, pero en unos más que en otros) usan como parte del juego de la política. A veces se usan para atacar al contrario y otras veces para justificar lo injustificable. Suelen ser fruto, por un lado de la mediocridad y por otro del extremismo. Extremismo, al menos, en el ataque al contrario, que les hace muchas veces llegar a ser más papistas que el papa y meter la pata, cayendo en contradicciones flagrantes. Porque lo malo de soltar una bola, es que luego rueda y rueda y no se sabe exactamente qué birlo va a derribar…

Que se lo digan al señor Feijóo, que ahora se ve obligado a admitir que no es válida toda la ristra de bolas y exageraciones extremistas a las que se han venido entregando él y su partido en los últimos meses, “manis” en Ferraz incluidas… Otro ejemplo: llamar terrorismo a lo que no lo es. Por desgracia, en este país todos sabemos muy bien lo que es el terrorismo, también los militantes y votantes del PP.

Puigdemont no es ningún santo de mi devoción, pero pretender hacerle pasar por terrorista, creo que es forzar demasiado las cosas. Vamos, una bola.

O que se lo digan también al PP de Llíria. Con tal de no “dar ni agua” al “enemigo”, no fueron capaces de apoyar en el último pleno la enmienda a favor de la paz en Gaza propuesta por el equipo de gobierno. Y lo justifican con bolas, claro. Su argumento: no ven claro eso de destinar 3.000 euros a alguna ONG de las que trabajan allí. Según ellos, la solidaridad no se discute, pero ese dinero ha de revertir en Llíria. Decir “la solidaridad no se discute, pero…” ya es discutirla. Pero es que encima el pero es absurdo: ¡claro que revierte en Llíria! Revierte en autoestima, en hacer que las llirianas y llirianos vayan con la cabeza más alta, se sientan orgullosos al saber que su pueblo está intentando poner un granito de arena para contribuir a paliar la inmensa desgracia que está viviendo otro pueblo, el palestino en este caso. ¿O es que no han vivido nunca la íntima satisfacción que se siente al ayudar a alguien que lo necesita? No me lo creo, estoy seguro de que sí. Entonces, ¿por qué esas bolas? Solo se puede concluir que por ese extremismo del que hablaba, por no darnos la razón aunque la tengamos.

No me creo poseedor absoluto de la razón. Como todo el mundo, yo también me equivoco. No digo que siempre tengamos razón, algún sapo azul me ha tocado tragarme ya como concejal… Pero este caso estoy seguro de que es indiscutible: cada día los hechos en Gaza son más incalificables e incontrovertibles, cada vez la salvajada va más en aumento. El otro día vi cómo entrevistaban a un soldado israelí de origen latino y decía con toda la sangre fría que en Gaza no hay ningún inocente. Y añadía tocándose la sien: “tenemos que pensar eso”. Me dio mucha lástima, porque ese soldado veinteañero, si sobrevive, tiene mucha vida por delante y algún día se dará cuenta del lavado de cerebro al que ha sido sometido y lo pasará muy mal… ¿Cómo puede alguien pensar, ni de lejos, que los niños y niñas no son inocentes? ¿En qué cabeza cabe? ¡En la de alguien a quien se la han llenado de bolas y bolas y más bolas! Extremistas como Netanyahu y su gobierno, o como Trump o Putin o un largo etcétera, no pueden medrar sino a base de bolas y más bolas que mucha gente, por desgracia, les compra.

Decía Aristóteles que la virtud está en el término medio. Desde luego los extremismos no son buenos, al menos en política. En estos tiempos en los que la Inteligencia Artificial está aún dando sus primeros pasos y ya casi todo se puede falsificar, pienso que hemos de huir de los extremismos como de la peste y acordarnos también de los clásicos, sea Aristóteles o Platón o Cervantes, o el que cada uno prefiera, para mantener la cordura…

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