Nico Marco, concejal de Deporte y Salud del Ayuntamiento de Llíria
Siempre han existido y siempre existirán: las maniobras de distracción utilizan el ingenio para engañar al enemigo y sacar una ventaja clara que permita obtener la victoria. Toda la historia militar está repleta de ellas, con ejemplos de renombre como Alejandro Magno, Aníbal, César, Carlomagno, Napoleón o, más recientemente, las operaciones Fortaleza y Titanic previas al desembarco de Normandía. (No me resisto a tributar un pequeño homenaje también aquí al espía Garbo, un doble agente barcelonés que salvó miles de vidas aliadas pasando información falsa a los nazis durante toda la Segunda Guerra Mundial).
También han existido y existen maniobras de distracción en la política. Hace ya más de 500 años, Maquiavelo nos hablaba de ellas poniendo como ejemplo a Fernando el Católico en el capítulo XXI de su Príncipe. Otro ejemplo mucho más reciente: en 2009, justo el día en que Zapatero visitaba a Obama en el despacho oval, la prensa nacional de derechas hablaba de si Ricardo Costa (a la sazón portavoz del PP en les Corts Valencianes) debía o no dimitir por su implicación en las tramas corruptas del PP valenciano, tema al que normalmente concedían muchísima menos importancia. (Ver p. ej. El Mundo, 13-10-2009) Obviamente, no es casualidad…
Como tampoco es casualidad lo que está sucediendo recientemente en la Comunidad Valenciana. La Generalitat, gobernada ahora por PP y Vox, ha sacado un paquete de leyes totalmente involucionistas que, por desgracia, nos dan la razón a los que decíamos hace 11 meses en la pasada campaña de las elecciones autonómicas que se trataba de elegir entre seguir hacia adelante o volver hacia atrás: se cargan la enseñanza en valencià y la transparencia. Y se aseguran el control (quitándoles por tanto la independencia) de las direcciones de la Agencia Valenciana Antifraude y la televisión autonómica à Punt.
¿Y dónde está aquí la maniobra de distracción? Pues en la ley estrella que acompaña a todas las nombradas: la que pretende acabar con la ley de memoria histórica, la ley de concordia, nombre cínico a más no poder. “Concordia”, señores del PP y de Vox, significa “acuerdo” o “convenio” y más literalmente, es lo compartido de corazón. ¡Vamos, justo lo contrario de lo que hacen ustedes con esa ley!
Ojo, al tildarla de “maniobra de distracción”, no estoy diciendo que no sea importante. Al contrario, la memoria histórica lo es y mucho. No solo a nivel factual, también a nivel simbólico. Por eso precisamente la hacen coincidir en el tiempo con todo lo otro, porque saben de su importancia simbólica y saben que vamos a dedicarnos a denunciar esa injusticia. Sí, hagámoslo, pero no caigamos en su juego, no nos hemos de olvidar tampoco de denunciar las otras leyes involucionistas, leyes que van a cambiar a peor el presente y el futuro de los valencianos. ¡Solo hace falta leer las líneas que les he dedicado más arriba para darse cuenta de que se está volviendo a crear el caldo de cultivo perfecto para que vuelva a imperar la corrupción en la Comunidad Valenciana!
No soy ningún experto en leyes, pero creo que es evidente que el uso de las maniobras de distracción en democracia es, como mínimo, cuestionable. Desde un punto de vista moral, desde luego es reprobable. ¡En democracia, el juego político no es una guerra, el adversario no es un enemigo! Las maniobras de distracción son una práctica más propia de una dictadura. Por eso no es de extrañar que las use, por ejemplo, el régimen iraní. Todo lo que sea avivar la hoguera del odio contra el enemigo, les viene de perlas para que no se hable de las burradas que cometen y, supuestamente, unir a su población. Por eso no es de extrañar (aunque sí de lamentar, claro) lo acaecido estos días, la respuesta al ataque a su consulado en Damasco perpetrado por el gobierno israelí.
Lo que sí debería extrañarnos (aunque desafortunadamente no ocurre, dados los antecedentes) es que un gobierno supuestamente democrático como el israelí, provoque de esa manera a Irán. Por desgracia, siete muertos más no son nada comparados con los casi 34000 que llevan ya en Gaza. Pero sí son una buena maniobra de distracción al volver a poner el foco en Irán y “unir” a la población de Israel ante los ataques del “malvado enemigo”. Ataques que, claramente, eran la reacción previsible ante el susodicho bombardeo del consulado.
Hace medio año, cuando el salvaje y execrable atentado de Hamás provocó la reacción del gobierno ultraderechista israelí que todavía dura en Gaza, hubo quien se extrañó mucho de que el servicio de inteligencia judío (supuestamente el mejor del mundo, por encima incluso del norteamericano) no hubiera sido capaz de prever lo que ocurrió el fatídico 7 de octubre. Más aún, hubo quien propuso la teoría de que lo sabían pero dejaron que ocurriera… No soy quién para decir si eso es verdad o no, pero desde luego resulta verosímil, vistos el comportamiento de Netanyahu y la complicadísima situación política en la que se encontraba por aquel entonces.
Lo de Gaza, visto así, sería una gigantesca maniobra de distracción, una huida hacia adelante (con episodios que aún la empeoran como lo de Irán) que nadie puede prever como acabará… Lo sea o no lo sea, los bombardeos y el asedio medieval en Gaza deberían acabar ya, igual que los rehenes israelíes deberían ser liberados, no hay nada que justifique todo eso.
En resumidas cuentas, lo que vengo a decir es que las maniobras de distracción no deberían usarse en política. Ni a lo bestia como en Oriente Medio ni en plan más disimulado como aquí en Valencia. Dice el dicho popular que “en el amor y en la guerra todo vale”. No creo en eso. Aun así, tengo algo muy claro: la política no será amor, pero tampoco debería ser guerra…