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¡Como una Cortina bordada en Oro!

Como una cortina bordada en oro, por Rafa Guillot (L'Eliana)

 

Nos hemos propuesto, desde la humilde Redacción de Infoturia, rendir cumplido tributo a todas las estrellas deportivas del firmamento elianero, a todas las que forjaron la leyenda del equipo que hizo historia en este pueblo, merecedoras por tanto de los máximos elogios. ¡A todas y cada una de ellas! Y en ese empeño no puede faltar, sin ninguna duda, el todavía hoy en día considerado mejor entrenador de todos los tiempos de su equipo de fútbol.

 

 

Venido de Ribarroja, de bien jovencito, con un pasado futbolístico espectacular a sus espaldas, echó raíces en nuestro pueblo ¡qué buena red le tendió nuestra paisana Encarna! Portaba en el Mestalla C.F. un dorsal especial, el nº 10, habitualmente destinado a las figuras del balompié. Dueño de un depuradísimo fútbol de Alta Escuela. Saltaba como los ángeles. Tenía una zurda prodigiosa. ¡Era toda una delicia verlo desenvolverse en un terreno de juego! Dueño de un futuro por delante más que prometedor….pero… ¡ay si no se hubiera cruzado en su camino aquella maldita lesión de rodilla! El azote mortal del futbolista. No podía ser que tan joven debiera claudicar ante una tozuda realidad que le imponía el cambio de actividad, máxime en unos momentos en los que la medicina no contaba con los avances actuales.

 

Sin embargo… la vida se iba a abrir camino. El muchachete, Vicent, de nombre, Cortina, de apellido, comenzó, casi de puntillas, la que se convertiría en más triunfal carrera de entre todos los entrenadores que ha tenido el equipo en sus lustrosos ochenta años de vida. La situación tomaría otro viraje. De ser considerado, casi a priori, como un “patito feo” del fútbol, un “olvidado” -por tener que poner fin de manera tan cruel como prematura a una presumiblemente fantástica carrera como jugador- se iba a transformar en el cisne más bello del lago, en su faceta como entrenador, como mentor deportivo.

 

Durante varias décadas Vicent Cortina fue el escudo, el alma, el emblema, el sello de distinción de un equipo, la entonces Sociedad Deportiva L’Eliana, que de sus manos adquiriría la forja necesaria para la consecución de los éxitos que fueron llegando poco a poco. Además de la faceta conceptual del fútbol Vicent tenía inherentes otros rasgos humanos que fueron forjando la leyenda de una figura única e irrepetible.

 

Cada entrenador, cada maestrillo, tiene su librillo. Vicent tenía una personalidad arrolladora en la que no le hacía falta el látigo que suele marcar a otros entrenadores, a otras ciertas “estrellas de pacotilla”. Estaba tan sobrado de factores humanos que todo lo demás era superfluo. Su hombría de bien, su bondad, su enorme grandeza como ser humano le ha permitió ser querido por todo el mundo, no solamente por sus jugadores sino por todo el amplio colectivo que conforma el fútbol regional valenciano y que aún hoy en día, tantos años después, continúa rindiendo cariño, admiración y pleitesía a aquel gigante ribarrojero.

 

Logró auparse por encima de victorias o derrotas. Éstas, que también se produjeron, obviamente, no pudieron impactar dañinamente sobre un entrenador que lograba minimizar sus efectos negativos en todo el círculo de deportistas que formaba el equipo.

 

Comenzó su carrera, en el Club, con la plantilla juvenil, apodada en aquel lejano 1962, la J.A.R. (Juventud de Acción Católica), que tantos frutos traería después a los elianeros. Grabó su sello pedagógico en el entrañable Campo de San Francisco, el del “Pedrusco”, donde legendarias eran las indicaciones a sus muchachos en los entrenamientos cuando les exhortaba a “quitar piedras” de un terreno de juego muy hostil.

 

Después, el equipo, ya en Categoría de adultos, se trasladó al antiguo Campo de los Almendros, germen del actual Polideportivo Municipal, donde su figura se fue agrandando, con el paso de los años, hasta llegar a ser lo que es hoy en día. En aquellas décadas de los setenta y los ochenta, era tremendamente habitual en la Federación Valenciana de Fútbol referirse al equipo de L’Eliana como “el equipo de Cortina”.

 

Vicent fue mucho más que un entrenador para sus pupilos, hasta parecer como casi un auténtico padre para muchos. Su labor fue colosal en todos los aspectos. Tal es así que sólo el recuerdo de su nombre, entre viejos gladiadores, sigue despertando los mejores sentimientos, las sensaciones más maravillosas, ninguna negativa.

 

Siempre se le recuerda como una persona entrañable, humilde y muy buena. Precisamente en ello se cimentaría su éxito. Minimizó el egocentrismo tan acusado en otros colegas de actividad, pero de una manera totalmente sincera, no de cara a la galería. Él nunca se consideró a sí mismo como una estrella ni trató a los futbolistas como servilletas que se usan y, cuando se han utilizado, se tiran. Él siempre forjó, en este deporte, amigos imperecederos. Por eso ha sido tan querido.

 

Y, ¡cómo son las cosas!, lo que él no pudo lograr con la roja elianera, sí pudo hacerlo realidad su hijo Juanvi, en la era de los noventa. Sin duda que le ayudarían los buenos consejos de su padre, pero sea como fuere, el retoño fue un dignísimo sucesor en la estirpe futbolística. Jugador de gran envergadura y, a la vez, de un fútbol depuradísimo que le venía de casta. Con su enorme clase, logró ser ensalzado de modo propio, encontró su sitio sin obligada  recurrencia a su padre.

 

Toda esa carrera triunfal motivó que el día 27 de julio del pasado año 2012 le fuera concedido, con total merecimiento, el Balón de Oro, por parte del Club, recompensando toda una longeva trayectoria, galardón no conseguido por nadie hasta ahora. Lo suyo no fue flor de un día sino de toda una vida. Hay muchas más facetas, en la perspectiva de un entrenador de Club, que la meramente efímera de los resultados. La estrella de Vicent Cortina pudo vencer el paso del tiempo y sigue brillando con idéntica luz, o más si cabe.

 

A modo de epílogo podemos concluir en que una cosa es segura. El día que emprenda lejano viaje ese coloso deportista ribarrojero, el ineludible que tenemos todos por la condición de seres humanos, lo hará enfundado con la elástica nº 10, pero será la del equipo de la S.D. L’Eliana de su corazón, de un rojo tan intenso como su propia sangre, aunque en esa ocasión brillará tanto el algodón, con que estará tejida, que parecerá, completamente iluminada, casi…

¡Como una Cortina bordada en Oro!

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