“Bienaventurados los humildes, porque ellos heredarán la tierra” (Mateo 5:5-15). “Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios” (Lucas 6:17 20-26). Sirvan estos conocidos textos de las Sagradas Escrituras como preámbulo metafórico al hilo argumental que ilumina este artículo. Así hay que entender, por tanto, los términos “humildes” y “pobres”. Con ellos queremos referirnos a esa clase de personas no llamadas por el destino para adquirir roles de líderes carismáticos o para encarnar estereotipos de ganadores admirados por legiones de seguidores.
Solemos a tomar como iconos, desde tempranas edades, a ídolos que, algunas veces, resultan tener, después, los pies de barro. A menudo, son de vital importancia aspectos tales como una bonita apariencia física, una musculatura envidiable o tópicos similares, corriendo el riesgo de olvidar, o menospreciar, la “belleza interior”, tal y como proclamaba la canción del celebérrimo cuento “La Bella y la Bestia”.
Hoy dirigimos nuestra mirada a ese espectro de gente considerada como “normal”, humilde, gente de la que hace masa y que nunca destacará de manera especial por acción singular alguna. Precisamente a ese inmenso colectivo -porque al final es el que vence, en proporción y por amplia mayoría, en la población- va dirigido el reconocimiento, por sus méritos, en este escrito. Personalizamos en un caso, pero es totalmente extrapolable a muchos otros, porque en tantos y tantos equipos, o grupos de gente, existirán analogías directas.
Nos encontramos con otro de los casos en los que el término hipocorístico se apropia, literalmente, del nombre verdadero. Ni Rafa, ni Rafael. Simplemente… ¡Rafelet!
Nunca jugó, activamente, al fútbol, su deporte favorito. Nunca entrenó a nadie. Pero podemos asegurar que, dentro de muchos años, el entrañable “Rafelet” será recordado. Y con él su esbelta silueta o sus gafas inconfundibles. Pero todavía más causará alguna sonrisa el hecho de que nuestro homenajeado fue todo maestro en la “altisonancia lingüística domesticada”. No es, en sí, ofensivo un tipo de lenguaje en el que, en el fragor de la batalla deportiva, abunde el uso de términos considerados como políticamente incorrectos –“tacos”, vamos-. Es el tono con que se empleen lo que cambia todo. En nuestro caso, a los pocos segundos te das cuenta que no hay maldad alguna. Es más, a veces resultan hasta hilarantes.
Nació nuestro admirado personaje, Don Rafael Gimeno Torrent, más conocido como el querido “Rafelet”, un jueves 17 de febrero de 1949. Acaba de cumplir, por tanto, sesenta y seis años, de los cuales, no menos de, aproximadamente, cuarenta y cinco, han sido de lealtad inquebrantable a unos colores, ¡los rojos de su equipo de fútbol de L’Eliana! Conoció, de primera mano, desde la S.D. L’Eliana hasta el actual C.D.F.B. L’Eliana. En el disco duro de su memoria han sido grabados, desde el punto de vista de las personas conocidas, trayectorias de jugadores inolvidables, míticos Presidentes o Directivos, añorados masajistas o, incluso, queridos aficionados de a pie. Y en vivencias, ha conocido varios Ascensos y Descensos, algunos títulos directos de Campeones. Ha sufrido, también, y de manera obvia, la pérdida de grandes amigos que compartieron con él esta pasión deportiva. En definitiva, ha participado en las más álgidas épocas deportivas del Club en su Historia, pero también en las que las cosas no han venido bien dadas.
Inició andadura como masajista del equipo a principios de los años setenta, con la puntualización de que no tenía la misma descripción el cargo en aquellos años a la que todos tienen en mente hoy en día. Sus fieles utensilios, aquel viejo botiquín de madera, el “agua milagrosa” -que así se llamaba, no se sabe muy bien por qué-, además de los indispensables esparadrapo, mercromina, etc.. En realidad, el cargo de masajista era el de un “auxiliador de primera instancia”. Si te lesionabas de importancia, era la persona que te ayudaba a abandonar del campo.
Grandes recuerdos guardan de él todos los equipos a los que ha prestado sus servicios. Desde las legendarias plantillas de la década de los setenta hasta ahora mismo, en pleno 2015, siendo un seguidor del equipo, ¡pero de los buenos! Él, a su vez, retiene en su memoria a grandes leyendas del Club. Le vienen a la memoria nombres como el Delegado Luís Fuertes, el mismo Vicent Desco “Moret”, Ricardo Dáries, el Xato Villarroya Gimeno, Jesús, el “Pelletero”… y una lista que se haría interminable, lo cual es lógico en una persona de tan larga, y discreta, presencia en el Club. En este punto hace una mención especial para su querido “Parra”, don Ramón Marco, inolvidable para el equipo, y pueblo, de L’Eliana.
Sonríe este maravilloso grandullón al rememorar cuando, por los setenta, vivió una escena que ha dulcificado en su cabeza con los años y que no es otra que la sufrida en propias carnes en Vinaroz, cuando fue zarandeado e, incluso, golpeado con su propio botiquín de madera. Algo similar, nos relata, a lo que le ocurrió en el propio feudo elianero a Ramón Gimeno, conocido como “el algarrobo”, cuando fue “lanzado”, por algún equipo rival enojado, a la acequia cercana al campo. Son simples vivencias, sin trascendencia especial, pero que han perdurado en su cabeza a pesar del tiempo transcurrido.
Queda ensimismado nuestro personaje al recordar el primer Ascenso del equipo a la Primera Regional, producido en la temporada 1979/80 y todos los festivos acontecimientos festivos que se vivieron tanto en el campo como en el propio pueblo. Por esas épocas, y posteriores, la integración de Rafelet en la vida social del pueblo era enorme. Se recuerda lo elegante que vestía en las celebraciones de los Clavarios. Fueron años mágicos para él. Y en el deporte, exactamente igual. Era querido tanto en la primera plantilla como en el equipo de Veteranos, como en amistosos… como en lo que se presentase. Siempre animoso, dispuesto y con buen talante. Muchas veces con el nombre de su querida hermana, icono vital en su vida, en la boca… ¡su María del alma!
Con el paso de los años, como es lógico, cedió el puesto a las nuevas generaciones, pero su presencia en el equipo de sus amores ha sido constante, teniendo buena relación con todo el mundo. Incluso con el actual Míster del equipo, Paco Monterde.
Ésta ha sido, en breves pinceladas, la trayectoria de la vida de un hombre humilde pero grande a la vez. Él mismo se ruboriza muchas veces cuando recibe piropos de aficionados. Quedará para el recuerdo, por encima de todo, su bondad y su hombría de bien. Siempre será ubicado como un personaje muy singular y peculiar. Y las vallas perimetrales, tanto del Campo Municipal elianero como los de la Comarca, jamás serán lo mismo el día que deje de escucharse ¡Arbiiiiiiit…. Fill de…. ángel!
Será la Historia el más justo de los jueces y quien otorgue la categoría personal que merece, con los galones de gloria correspondiente a ese héroe encubierto que paseó triunfalmente su elianismo durante, al menos, cinco largas décadas. Tras este reportaje es él, y nadie más que él, la estrella homenajeada, con toda la justicia del mundo. Tiene un corazón inmenso que, a borbotones reparte entre los demás. Él no fue un “héroe por accidente”, Rafelet siempre fue un héroe tapado, todo un héroe camuflado. Y los torpes éramos nosotros, los demás, los que, en muchas ocasiones, no supimos ver que lo que realmente permanecía agazapado era su enorme bondad, su amor por todos, su profundo elianismo y su honor, ¡mucho honor! con el que Rafelet se ha convertido en un personaje de leyenda.